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sábado, 21 de febrero de 2009


El hombre conduce pero la mujer no es una marioneta. Por Lidia Ferrari

Existen ideas sobre le tango que, a veces, sin ser explícitas, tienen consecuencias sobre la forma en que se lo baila. Como en el tango el hombre es quien toma a su cargo la conducción de la danza (dirección, figuras, etc.) se tiende a ver esto de forma mecánica. Determinada marca es un estímulo que forma parte de un acto reflejo, es decir: tal estímulo produce determinada respuesta automática.
Efectivamente, la marca del hombre condiciona lo que hace la mujer. Si bien es ley en el tango que el hombre conduce esto no quiere decir que la mujer sea una marioneta, pues se borraría la producción conjunta del baile y sobre todo la emoción que hay en ella. Si uno es guiado por ese mecanismo (aún sin darse cuenta) en la forma de considerar la marca del hombre y la respuesta a ella se pueden registrar varias consecuencias.
Se puede notar en los comienzos del aprendizaje, tanto al hombre como en la mujer que, efectivamente, muchos se forman esta idea de la conducción. Vemos entonces que los hombres realizan marcas mecánicas y desarticuladas y las mujeres responden en forma inmediata o en forma resistida, pero sin considerar lo que ellas pueden hacer con esa respuesta.
Se tiende a recortar muy esquemáticamente los signos de las marcas. La mano que marca en la espalda y los brazos parecen desarticulados del resto del cuerpo. Se separa la marca de toda la intención corporal de hacia donde quiere ir el hombre o qué figura quiere hacer. Esto tiene consecuencias negativas sobre la forma de marcar y conducir. Exageran la marca más de lo conveniente, como si el movimiento de una mano debiera ser muy notorio para obtener la respuesta deseada. En la mujer es posible observar esto en que el paso cae, como si la mujer no se tomara el tiempo o la intención, y como si no pudiera sostener su cuerpo al margen del hombre o como si el paso no lo hiciera ella.
Quizá convendría transformar la idea de esquema estímulo-respuesta por la de un engranaje, donde la acción del hombre (todo su cuerpo, su sensibilidad y su intención) conduce a que la mujer también produzca acciones (con todo su cuerpo, su sensibilidad y su intención) que a su vez encadenan en las acciones del hombre y así sucesivamente, siendo muy difícil aislar absolutamente la acción del uno de la del otro.
Me interesa referirme a la parte del baile de la mujer pues aunque siempre se diga que es mucho más sencilla que la del hombre (Y esto es cierto) sin embargo debe emprender una ardua tarea. Debe por un lado afinar su sensibilidad para reconocer la intención del hombre y, al mismo tiempo, responder con su seguridad, su consistencia en los pasos y su tiempo de baile. Un delicado equilibrio que articula su necesaria y sutil disponibilidad a responder a la conducción del hombre y su firmeza, seguridad y destreza en la danza.
Entonces, aunque el trabajo de convertirse en una buena bailarina implique una tarea menos compleja que la del hombre no debe descuidarse la dificultad que supone la delicada tarea de articular su disponibilidad a la conducción del hombre con la firmeza de su baile. Y esto puede presentar problemas, si se exacerban algunas de esos términos.
Si se exacerba la disponibilidad puede llegar a responder automáticamente a la marca. Frecuentemente la mujer, en sus comienzos, responde automáticamente. El paso se hace breve, poco consistente, como si cayera. El efecto es que la mujer es arrastrada, zamarreada y hasta pierde el equilibrio. Es un “flan” que no baila, sino que es bailada. Ella responde automáticamente a la marca y no da su volumen, su distancia y su estilo a los pasos.
Si ella inclina la balanza del lado de la firmeza quizá no pueda bailar en compañía y sensiblemente. Al sustraerse a la entrega del baile y al que la conduce, quizá parezca que baila sola, como soslayando el engranaje del que forma parte. En el engranaje las dos piezas deben ajustarse, coincidir, encontrarse, al fin de cuentas no es una maquinaria (aunque a veces lo parezca) sino un diálogo de sensibilidades.
Una de las características del baile de la mujer está en sus adornos pero, sobre todo, en su maestría para saber seguir al hombre y bailar con su estilo.
Cuando una buena bailarina responde muy bien a la marca, puede bailar con cada hombre imponiendo su propio estilo y al mismo tiempo en correspondencia con el estilo de baile del hombre. Esto puede parecer a los ojos de los demás como que la mujer ya sabe lo que va a hacer el hombre. La marca o la conducción masculina no se nota. Parece que ya supiera qué es lo que va a hacer. Su respuesta es inmediata pero muy consistente. No se nota que está dejándose llevar y que es absolutamente sensible y dispuesta a la conducción masculina. Se advierte su presencia por su estilo, porque hace fácil esa dificultad de entender y percibir la marca del hombre y logra incluir su estilo, sus firuletes, sus adornos, su baile.
Artículo publicado en la Revista B. A. Tango, Año IV, Número 89, diciembre de 1998

jueves, 12 de febrero de 2009


Fluir y Emocionarse

El agua fluye sin detenerse ante roca o precipicio alguno.
El agua se desborda apasionada para abrirse paso cuando algo o alguien pretendió enmudecer su canto.
Aprender a fluir como el agua es un aprendizaje clave para poder nadar los mares de la providencia existencial.
Fluyamos con el Río de la Vida para poder ser abastecidos con lo que es esencial para cada uno en cada momento del discurrir de la vida en su tránsito terreno hacia el cumplimiento de su destino.
Fluyendo “sabemos” cuándo, dónde, cómo y con quién o por quién o a pesar de quién nuestro amanecer tendrá lugar en cada recodo del camino, en cada remanso, en cada catarata….
Fluir es saber que, pase lo que pase, siempre será para nuestro beneficio aunque en ese momento no podamos entenderlo.
Fluir, ser agua, es vivir la vida con intensidad, alumbrando dichas y cosechando abrazos de roca, inundando corazones que jamás nos olvidarán.
Ser agua es saber que uno puede tomar la forma que desee según las circunstancias, sin importarle cuán difícil o retador pueda antojarse el panorama….
Somos agua y salvaremos con olas de encanto aquello que nos salga al encuentro.
Ser agua es ser fuente interminable de abundancia y prosperidad.
Ser agua para poder alimentar la dicha que duerme en los corazones de la gente, a la espera de que una gota de rocío le inunde el alma de alegría.
Fluir es sentir la inmensidad de nuestro destino y carecer de miedo y de temor en las alas.
Emocionarse para poder brincar como el agua sobre la catarata de las experiencias y los acantilados vitales.
Emocionarse para poder sentir la plenitud del rocío en nuestras mañanas plenas de promesa y de sueños por reclamar.
Sin emoción la vida se estanca.
Sin emoción el mundo enmudece su latido y cesa todo canto.
Por ello, emociónese como el agua en la presencia de su destino.
“Mi alma siempre fluye agua que sació la sed de corazones sedientos de sí mismos en la larga travesía de su desierto existencial. Que la emotividad ponga luz en su amanecer”

Texto sacado del libro: “Cuentos de Hadas para aprender a vivir”
Autora:Rosetta Forner