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jueves, 22 de enero de 2009

LA MARCA Y EL ABRAZO. Por Manuel González.

El tango tiene quizá, la envidia de muchas otras danzas, las cuales, poseen miles de virtudes y características admirables, pero ninguna como lo es EL ABRAZO en el tango. Un abrazo en un tango, puede lograr tal sutileza, sensibilidad y conexión de la pareja, que puede descubrir el estado del otro/a:
Si está contento/a, si se tuvo un mal día, si no le gusta nuestro baile o si conectamos alma y cuerpo; sin ser necesarias las palabras. Un abrazo, en un solo tango puede transmitir miles de sensaciones. En él, se puede ver si se nos cuida, si se maltrata, si no se escucha al otro o a la música, si se está nervioso, si se busca un entendimiento, si se busca placer del baile o quizá algo más. Cómo es que una danza, logró y logra que un abrazo sea algo tan maravilloso?, Cómo es que se desarrolló este hecho fundamental, en donde en cada encuentro del cuerpo y los brazos son posibles tales sensaciones?
Y aquí (quizá por única vez) es donde me sale el porteño de Adentro, que me hace decir:
“_Es porque los argentinos abrazamos mucho”. Lo hacemos constantemente, a nuestros amigos y amigas, familiares y hasta a veces con conocidos con los que sólo nos llevamos bien. Creo que esta cultura del abrazo es maravillosa, y si bien el tango mamó(*) de muchos lados, creo que el abrazo en nuestro país, se impuso de base, como característica principal de esta danza. Basta con fijarse que en la mayoría de otros países donde también se baila el tango, los abrazos son mucho mas fríos y distantes, así como su baile, donde se busca más lo espectacular que lo sensible. De hecho, es muy, muy raro escuchar hablar del Tango Milonguero en otros países (El estilo de tango que posee el abrazo más cerrado, logrando el pecho a pecho y una comunicación extremadamente sensible) Oigo decir constantemente, a muchísimos extranjeros, que luego de haber bailado el tango en las milongas Argentinas, cuando vuelven a sus hogares, el baile allí, es algo que no tiene la misma pasión ni gusto; y que es imposible no extrañar el suelo argento.
Hablemos de la marca:
Cuando me refiero a la marca, me refiero a la acción de los brazos, pecho e intención del cuerpo para guiar y ser guiada. Todo este conjunto, es la energía y el motor de la danza. Hay marcas suaves y marcas seguras, hay marcas fuertes tanto como dudosas. En este caso, los extremos son algo terriblemente malo: Una marca demasiado suave puede rozar fácilmente lo incomprensible, arrítmico, dar sensación de inseguridad, y al mismo tiempo no cuidar el equilibrio de la mujer. En el caso de la espera de la mujer no debe resistir con fuerza el avance del hombre y mucho menos pesar con su abrazo, como tampoco anticipar pasos o actuar antes que el hombre, (a esto se le llama “irse”) de hecho, ni siquiera es bueno para la mujer seguir al hombre al unísono, lo ideal sería ir una milésima de segundo mas retrasada que él, para buscar entender los movimientos y propuestas musicales; de esta manera, a la hora de moverse, ya se ha entendido lo propuesto y es casi imposible equivocarse.
Una marca fuerte, puede ser clara, pero si esta no aprende a relajarse, puede forzar a la mujer, producirle dolores o incomodidades en el cuerpo, dar sensación de asfixia y una idea de que no se baila para dar placer a la pareja, si no para lucirse uno mismo sin importar los medios.
En el desarrollo de la marca, lo ideal es que se empiece aprendiendo con una marca o espera muy segura, casi fuerte, y el maestro o profesor/a, cuide de suavizarla poco a poco, hasta lograr luego, un abrazo con marca suave pero muy clara. Incluso en los bailarines más avanzados o veteranos, sería muy bueno consultar con profesores/as para revisar sus marcas. Muchas veces, luego de bailar décadas uno pierde el parámetro de lo que es una marca placentera, y nunca se entera porque las mujeres son muy reservadas y gentiles y no nos dicen nuestros errores en la cara. Se esto, por las muchas mujeres que se quejan de los abrazos rígidos o flojos. No hay mejor juez que una mujer que ha bailado con nosotros, para saber que se siente de nuestro abrazo. No necesariamente un bailarín es malo por no tener buena marca, pero un abrazo justo, o una marca exacta y cuidadosa, hacen la gran diferencia de quien baila por ejecutar, a quien baila para sentir y hacerse sentir.
Todo debe girar o gira en la búsqueda de “el punto justo” en donde no exista peso, apriete, fuerza ni gestos bruscos. Esta búsqueda debe ser interminable, intentando mejorarla siempre, y nunca quedarse o estancarse pensando que uno ya es el mejor o la mejor, y esa búsqueda, además de hacerse con profesores/as, puede ser desde adentro, desde uno mismo. Pensando en que cada tango y cada nuevo baile con una nueva pareja es una nueva experiencia para ir entendiendo como comunicarse mejor con el otro.
(*) Mamó: En lunfardo, que aprendió o adquirió cierta experiencia de alguien o algo.

Nota publicada en revista PUNTO TANGO Nº 27 - Enero 2009.